Los
terremotos tectónicos suelen ocurrir en zonas donde la concentración
de fuerzas generadas por los límites de las placas
tectónicas dan
lugar a movimientos de reajuste en el interior y en la superficie de
la Tierra.
Por este motivo los sismos de origen tectónico están íntimamente
relacionados con la formación de fallas
geológicas.
Comúnmente acontecen al final de un ciclo
sísmico:
período durante el cual se acumula deformación en el interior de
la Tierra que
más tarde se liberará repentinamente. Dicha liberación se
corresponde con el terremoto, tras el cual la deformación comienza a
acumularse nuevamente.
El punto
interior de la Tierra donde
se origina el sismo se denomina foco
sísmico o hipocentro.
El punto de la superficie que se halla directamente en la vertical
del hipocentro —que, por tanto, es el primer afectado por la
sacudida— recibe el nombre de epicentro.
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